El reconocido autor y director teatral español José Sanchis Sinisterra visitó el Perú por iniciativa del Centro Cultural de España y nuestro grupo estuvo con él para escuchar lo que nos tiene que decir sobre su relación vital con el teatro. Lo encontramos primero en la Casa Yuyachkani, luego de ver la obra “Sin Título: Técnica Mixta”. Karlos López y Diego La Hoz iniciamos esta interesante conversación para todos ustedes. Estos fragmentos preliminares son parte de un diálogo que Sanchis tuvo con dos estudiantes de la ENSAD. Nosotros, en calidad de fisgones, reprodujimos algunas reflexiones como preámbulo de lo que prometía este último fin de semana de marzo.
“Hace un tiempo, comencé a estudiar una corriente de crítica que plantea cómo el autor de alguna manera está suponiendo lo que quiere que ocurra en la mente del director, cómo el autor prevé la lectura… Creo que esto es importante si creemos que el teatro es comunicación y no una simple masturbación personal del autor. Parto pensando, ¿Qué quiero que pase en la cabeza del espectador? ¿Por dónde quiero llevarlo? ¿A qué quiero inducirlo? Esta es -muchas veces- la única guía concreta que tengo cuando escribo, sobretodo cuando no sé de qué trata la obra. Obviamente, yo no empecé con esa libertad. Reconozco que le debo muchísimo a Brecht, a Kafka, a Becket, a Pinter y a Cortázar. Son mis cinco maestros reconocidos, después tengo otros, pero ellos son los que siempre reviso.”
“Yo creo que las categorías de género ya no existen. Esperando a Godot se puede leer como una comedia, como un drama o como una farsa. Hay autores que siguen escribiendo desde los cánones tradicionales. Sin embargo, creo que esto te pone límites.”
“¡Para predicar, los curas! El teatro no tiene por qué transmitir un mensaje. Para eso, el servicio de correo es muy bueno. Hay temas y problemas que me interesan. Entonces los investigo, me documento y hablo sobre ellos, pero creo que el espectador es el que debe sacar sus propias conclusiones. Nosotros lo que debemos hacer es sembrar dudas, inquietudes… No podemos decirle, “usted tiene que pensar esto”. Eso busco, que la obra continúe en la cabeza de los espectadores después de cerrar el telón.”
Luego de fumar un cigarrillo en el lindo jardín de la Casa Yuyachkani y escuchar atentos estas palabras, decidimos entrar a la cafetería. Era nuestro momento. Mientras tanto, se organizaba la mesa con vino y aceitunas para festejar la presencia del maestro. Nos sentamos con cierta timidez pero Sanchis con su alegría propició ese espacio para la conversa.
DLH: Ahora sí, vamos a lo nuestro. Somos un grupo de teatro con doce años de trabajo ininterrumpido y seguimos luchando por darle un sentido eficaz a nuestra necesidad de agruparnos en un contexto como el del Perú. ¿Sigue pensando que en Latinoamérica está el futuro del teatro?
JSS: En América Latina, el teatro está muy arraigado en el presente con una enorme potencialidad de futuro. Lo que conozco en América Latina, que no es mucho, me hace notar que está creado en general con mucha vinculación con lo que está pasando en los colectivos sociales, con los problemas inmediatos. Ya no sólo se habla del país sino también de las preocupaciones y sueños de la gente. Por lo tanto, el teatro se ha convertido en una “necesidad”, no sólo para quienes lo hacen, que necesitan preguntarse cosas, comunicarlas y compartirlas, sino también para la gente que asiste al teatro. Puede que esta gente, desde un punto de vista cuantitativo, sea poca en comparación con las grandes capitales europeas. Sin embargo, ese público más reducido es más fiel, y realmente va al teatro no porque da prestigio, no porque es un lujo, sino porque es algo que los ubica, que los encuentra y que se ve complementado con la experiencia de participar de un trabajo colectivo. En ese sentido, como a mí me pasa en Europa, me da la sensación que el teatro es un objeto de prestigio, sobretodo político, mediático y que generalmente se gasta muchísimo dinero para montar las obras. Y aquí, yo me pregunto: ¿Para qué? ¿A quién le importa esto? ¿Por qué se necesita hacer esta obra? Cuando tengo la oportunidad de conocer al director le pregunto ¿Y por qué haz montado esta obra? Entonces, hay una especie de pausa: ¡Es qué tenía una subvención! Pero es que el teatro y la actividad artística, o la haces por necesidad o mejor dedícate a otra cosa. A lo mejor es una visión europeísta, pero yo creo que muchas veces esa necesidad es el motor del teatro.
KL: ¿Y qué sucede cuando esa necesidad de la que habla pasa además por falta de recursos o de conocimiento o de autoafirmación en nuestra identidad? ¿Cómo podemos lidiar con estas dificultades cuando además tenemos que ser creativos?
JSS: Mejor aún. Yo percibo que todo es muy político. No sólo en Latinoamérica sino también en el norte de África hay una necesidad de dar un paso hacia el futuro y de quitarse estas estructuras feudales de encima. América Latina tiene la habilidad de sacudirse esta situación de pueblo vencido, resignado, primero por oligarquías locales -de la de la conquista no nos acordemos- pero las propias oligarquías de la independencia luego se convirtieron en fuerzas caciquiles de otros países. Luego vinieron las compañías binacionales gringas a saquear las riquezas después de que los españoles habían saqueado las riquezas de los imperios originarios. Entonces en estos últimos quince o veinte años noto que están emergiendo impulsos democráticos de querer agarrar el destino. Hay países donde esto es muy evidente como Brasil. En Colombia también está pasando, aunque el lastre del narcotráfico es terrible. Ustedes, como naturales de este país, quizá tengan la misma impresión. La gente de treinta años a menos pareciera buscar otro mundo posible.
DLH: Sin embargo, nos cuesta mucho agruparnos y sostenernos en el tiempo con ideas comunes ¿A qué se debe?
JSS: Bueno, para eso tendría que ser adivino o sociólogo. De pronto estamos todos invadidos, tanto aquí como allá, por una cultura de consumo que finge apelar a la individualidad de cada uno: “porque usted se lo merece”, “esta es su marca”, “lo que usted siempre ha soñado”. Una simple apelación al egoísmo, al individualismo, “usted puede, usted gana”. No me gusta generalizar pero no es fácil trabajar en grupo cuando no hay dogmas colectivistas. En los años sesenta y setenta, el pensamiento de izquierda (más o menos marxista) servía como catalizador de uniones que luego no lo eran tanto, pero que sí permitían agrupamientos. Después de lo que se ha llamado “la crisis de los grandes relatos” o “la crisis de los grandes sistemas” que lo explicaban todo y que te dibujaban el mapa del pasado, presente y futuro, es mucho más difícil encontrar objetivos comunes, estrategias colectivas. Sin embargo, pienso que es difícil pero no imposible. Yo no lo conozco mucho, pero creo que el mundo de las redes sociales podría ser un gran aglutinador como ya se ha visto en el éxito de algunas causas positivas. Es efímero pues no cuesta nada apretar un botoncito y solidarizarte con la causa. Muy a menudo, la red ha hecho que la gente salga a la calle como ha ocurrido al norte de África o como ocurrió en España con la guerra de Irak. La red ha hecho que la gente salga a la calle y se encuentre. Quizá sea un encuentro efímero, pero como yo soy un optimista histórico, creo que por ahí podría venir una nueva utopía comunitaria que no será totalizadora.
DLH: ¿Podríamos pensar que el destino del teatro es insular?
JSS: Reticular diría yo. Hablando de la metáfora del archipiélago donde hay colectivos diferentes que tienen objetivos en común. Pero no me hagan caso. Soy un viejo utópico y por supuesto me puedo equivocar de pies a cabeza.
DLH: ¿Por qué sigue haciendo teatro?
JSS: Sigo haciendo teatro porque creo que es útil. Porque es uno de los espacios en donde no sólo es posible sino también necesario trabajar en común, ser en común y compartir la experiencia colectiva. Me gusta la soledad de la escritura. Sin embargo, sería insuficiente sino la pudiera compartir con los actores, con el escenógrafo o como estoy haciendo ahora, abriendo un espacio en Madrid, en donde confluyan filósofos, poetas, científicos, trabajadores sociales y así crear una especie de contenedor para proyectos comunes. ¡He dicho!
Así terminó este primer encuentro con Sanchis Sinisterra. Tomamos vino, un par de aceitunas y compartimos en silencio el abrazo que Yuyachkani le tenía preparado. Al poco tiempo, había que partir. Era tarde y nuestro destino era el mismo. Sanchis estaba bien acompañado por Cristina Gómez-Zurdo, amable representante del CCE y valenciana como él. Tomamos el mismo taxi y ahí se abrió una nueva oportunidad de continuar conversando. Ahora la entrevista la haría Sanchis: ¿Y ustedes qué están haciendo? Nosotros le contamos sobre nuestro interés por difundir el teatro de autor peruano y que estábamos prontos a estrenar “Cuento alrededor de un círculo de espuma” de Sara Joffré. “¡Ah, Sara! Yo he oído mucho de ella, dijo interesado. Me recuerda a Griselda Gambaro. Es que me parece fundamental la figura de la mujer en el desarrollo de la dramaturgia nacional. Es muy común que se les olvide y me parece fantástico que ustedes la tengan cerca. Hay que recuperar el teatro de autor.” ¿Quieres juntarte con ella? le preguntamos. Y no dudó en decir ¡sí!
Este segundo encuentro fue mágico. Ese domingo tomamos desayuno en su hotel. El abrazo de Sanchis y Sara parecía el reencuentro de grandes amigos. Comentamos las obras que había visto con un interés más preocupado que satisfecho. Luego nos contó que cuando dicta un taller de dramaturgia lo primero que pone en la pizarra es: “Aquí no escribimos obras maestras… y qué tal si en esta ocasión no hablamos de la pareja” A lo que Sara añadió “Yo le llamo la cita con el siquiatra, parece que los dramaturgos de ahora buscan recuperar con la escritura el dinero que gastaron en su terapia”. Más allá de las anécdotas ambos coincidían en muchas cosas. Por ejemplo, su gran inquietud por el terrible teatro para niños que inundaba las carteleras. Sin embargo, decía Sanchis que sería importante abrir un espacio para los adolescentes porque no hay teatro para ellos. Era revelador escucharlos. Quizá el mejor resumen de esta reunión es que debemos recuperar un teatro de ideas, un teatro vital de convergencia con espacios de reflexión urgente.
Así terminó esa mañana de domingo que preferimos guardarla para nosotros. Sanchis se despidió agradecido. Sara nos propuso ir al parque a saborear las palabras que aún golpeaban nuestra cabeza. ¡Vamos, es hora que tengan su propia casa. No teman asumir esa aventura!
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